Las emociones son afectos que necesitan ser descargados. Como energía, la Neurociencia hoy en día plantea que cada emoción tiene un monto o intensidad que necesita ser descargada. Por lo cual, mientras más intensa la emoción es más urgente su descarga. Las vías de descarga serían la verbal, la somática y conductual, ocupándose siempre las tres de manera natural.
Sin embargo, en algunas personas por experiencias traumáticas se bloquea la vía verbal, produciéndose lo que se denomina alexitimia.
Este concepto fue introducido en la literatura por Sifneos, profesor de la Universidad de Harvard, en la década del 70; proviene del griego y significa: (a) falta, (lexis) palabra y (thymos) afecto, es decir, la “ausencia de verbalización de los afectos” (Sifneos, 1973 en Sivak, 1997, pág.17).
Cuando los conflictos no pueden ser expresados verbalmente, se expresan habitualmente a través del canal somático, ya que la emoción al estar bloqueada la vía verbal, busca las otras vías. De esta manera, se usa de sobremanera la vía somática o la “vía subterránea de los órganos” como la única o principal vía de descarga de todas las emociones, terminado por enfermar ese órgano o zona corporal (Kreisler, 1990).
Las emociones, en vez de transmitirse al neocórtex, donde encontrarían una expresión simbólica mediada por las palabras, se descargan directamente a través del sistema nervioso autónomo traduciéndose en un tipo de “lenguaje de órganos” (McLean, 1949 en Otero, 1999).
En otras hipótesis los autores coinciden en señalar que su génesis se encontraría en la infancia temprana, concretamente en las vicisitudes de la relación madre-hijo. El bebé depende de otra persona que maneje por él sus estados emocionales y les dé un nombre, por lo cual la alexitimia se produciría por una falla en el maternaje en esos primeros años de vida (McDougall, 1991).
La alexitimia además, está relacionada con modelos de comunicación familiar y de aprendizaje social como de factores socioculturales. De esta manera, un determinado ambiente social familiar puede tener una influencia negativa en la capacidad para verbalizar emociones, debido a que se suprimen los afectos y se hablan de aspectos más cotidianos, prácticos; se suprimen los afectos por acciones; no se habla de “cómo cada miembro se siente” sino que habla de “qué hace cada miembro de la familia”; no toleran las emociones porque es una familia que no sabe manejar los afectos, esta es una familia que se denomina Supresora (Otero, 2000).
Al contrario la familia más competente en este sentido, es la familia Facilitadora, en ella se verbalizan los afectos, estableciéndose un modelo de comunicación emocional en donde se entrenan las habilidades para expresar y verbalizar los afectos, se contiene, se da libertad en la expresión a diferencia de las familias supresoras.
Esta dificultad de verbalizar los afectos se ha correlacionado con el dolor físico. Y es un aspecto que se puede trabajar terapéuticamente para aprender a desarrollar esta capacidad de comunicación emocional a través de la palabra.
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